La amada enemiga

Un tópico literario que forma parte de la concepción del amor cortés es la amada enemiga. La dama rechaza al enamorado sin ninguna piedad; lo expulsa de su presencia condenándolo así al mayor de los sufrimientos. Esta amada, insensible a las súplicas y el dolor de su caballero, es la amada enemiga.

El caballero enamorado

¿Y qué servicios podía y debía realizar un caballero para ser digno del amor de su dama?

• Mostrarse como el más perfecto caballero, comportándose siempre de manera honorable.
• Realizar hazañas en su nombre o participar y vencer en los torneos, sobresaliendo así sobre otros caballeros.
• Escribir poemas de amor donde se glorifique a la mujer amada.
• Soportar todos sus desdenes y amar fielmente durante largo tiempo, hasta que ella lo aceptase como enamorado.

La enfermedad de amor

Los tratados médicos de la época describían la locura de amor como una enfermedad ocasionada por el deseo obsesivo de la mujer amada. Sus síntomas eran el insomnio, la pérdida del apetito y el gusto por la soledad, y en los casos más graves podía conducir incluso a la muerte. El loco amor busca la satisfacción sexual y trae la perdición a quien lo padece.

El amor cortés 

El amor cortés es un concepto literario surgido en la Europa medieval, que trasladaba los ideales caballerescos a la relación amorosa. La relación que se establecía entre el caballero y la dama era comparable a la relación de vasallaje: el enamorado adoptaba el papel de vasallo que debía servir a su señora. 

En la Edad Media los matrimonios entre miembros de la nobleza los concertaban las familias. La opinión de la mujer no se tenía en cuenta, y, una vez casada. la esposa debía obedecer en todo a su marido. En el siglo XV las novias eran muy jóvenes: 15 o 16 años era una edad habitual para que las mujeres se desposaran, pero las había incluso menores.  Unos 16 años podría ser, aproximadamente, la edad de Melibea. 

El amor, en la Edad Media, no se relaciona con el matrimonio. El matrimonio es un contrato entre familias en que no interviene la voluntad de los contrayentes. Por eso, el amor cortés será un amor prohibido, fuera del matrimonio, entre personas de la nobleza. Era, por supuesto, un amor heterosexual, porque en la Edad Media las relaciones homosexuales se consideraban un terrible pecado y se castigaban con la muerte. 

En el amor cortés  la dama solía estar casada, pero no con el enamorado. Este la servía en secreto y se sometía a su voluntad, todo lo contrario de lo que sucedía en el matrimonio. En la poesía amorosa surgió el tópico de la religio amoris, es decir, la religión del amor. El enamorado consideraba a su dama un ser superior, un ángel o incluso el propio Dios, y la adoraba. 

El amor cortés no persigue la satisfacción sexual. Normalmente el enamorado no se acuesta con su amada; la recompensa a sus servicios es mucho menor: ser aceptado en su presencia, una mirada, un beso...

El ideal de belleza

Sabemos que hay muchas personas hermosas con características físicas diferentes: altas bajas, más gruesas o más delgadas, de piel clara o morenas... Sin embargo, en cada época y en cada cultura existe un ideal de belleza diferente. Muchas veces esos ideales de belleza están relacionados con prejuicios y con estereotipos. En la literatura de la Edad Media la mujer hermosa siempre se presenta con las mismas características físicas: piel blanca, labios rojos, mejillas sonrosadas, dientes perfectos, pelo rubio, pechos pequeños, caderas redondeadas. Y, por supuesto, joven, muy joven, porque la vida era dura y los años y la maternidad desgastaban enseguida a las mujeres.

Para resultar más atractivas y ajustarse mejor a este canon de belleza, las mujeres utilizaban cosméticos, elaborados con plantas, harinas y a veces con productos tóxicos como el arsénico. A estos productos se les llamaba afeites. También se teñían el cabello. Sin embargo, no estaba bien visto ir excesivamente maquillada. Celestina elaboraba estos afeites y los vendía. Era una forma más de acercarse a las mujeres a las que pretendía enredar, o de volver más atractivas a las jóvenes a las que prostituía. No obstante, para aproximarse a Melibea, que es una doncella honesta, de buena posición social, emplea como pretexto venderle un hilado.